Hace
ya dos años que Luisi cruzó el umbral de la comisaría para
denunciar a su cuñado por maltratar a su hermana. Llevaba meses
dándole vueltas. Consumiéndose al ritmo que ella trataba de
disuadirla. “Qué me iba a decir. Era como si tuviera lavado el
cerebro. Al principio lo negó todo. Después, cuando ya no era capaz
de esconderlo me convenció de que podía arreglarse, que lo mejor
era solucionarlo en casa. No pensé que lo que ocurría era tan
grave. Después…”, relata. Después, su hermana, Carmen, apareció
en su casa tras una paliza. Luisi la mira ahora fijamente mientras
recuerda que, aunque apenas podía tenerse en pie, seguía
insistiendo en que no quería denunciar a su marido. No lo hizo, pero
Luisi sí. La suya forma parte del escasísimo número de denuncias
por violencia de género que proceden de la familia y el entorno de
la víctima. Son solo 11.139 de las 800.542 denuncias interpuestas en
los juzgados de violencia contra la mujer desde 2007 (cuando se
reconoció el delito específico) hasta enero de este año. Menos de
un 2%.
Un
porcentaje ínfimo que, a pesar de años de campañas para involucrar
a la sociedad en la denuncia y el reconocimiento de la violencia de
género, no ha logrado incrementarse. La propia negación de la
víctima de la situación que está viviendo, unida a que muchas
familias siguen pensando que el problema puede arreglarse de puertas
para dentro, explica la fiscal de sala de Violencia Contra la Mujer,
Soledad Cazorla, juegan un papel determinante a la hora de que
algunos prefieran no denunciar. “Otros no quieren ver lo que están
mirando. Cierran los ojos a la realidad, a las señales”, dice.
Creen que lo que ocurre es algo puntual y, hasta que los signos son
ya demasiado visibles, o presencian una agresión física, no
despiertan. En la madrugada de este sábado varios vecinos alertaron
a Emergencias de que habían oído a una mujer gritar en un garaje de
Torrelaguna (Madrid). Poco después, un hombre llamó al mismo número
y confesó que había matado allí a su exesposa, de 44 años. Con
este, son
ya 45 los asesinatos machistas de 2013.
La
escalada de crímenes no cesa. Blanca Hernández, delegada del
Gobierno contra la Violencia de Género, cree que, para frenarlos, es
fundamental que la violencia de género comience a considerarse un
asunto que trasciende al ámbito privado. Algo que toda la sociedad
debe combatir. “Implicar a los entornos en la ruptura del silencio
cómplice del maltrato es determinante para que la mujer que lo sufre
deje de hacerlo. Ese acompañamiento refuerza su capacidad para
romper los lazos con el agresor”, apunta Hernández. Gracias a ese
apoyo Mercedes, andaluza de 40 años, abandonó a su maltratador.
Cuenta que le costó. “Pensé que mis padres no me entenderían. No
quería causarles problemas. Pensamos que no van a saber reaccionar,
pero lo hacen. Nos ayudan”, dice.
703
vidas segadas por los asesinos machistas
Desde
que se inició el recuento de los crímenes machistas, en 2003, 703
mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España.
En 2004, empezaron a analizarse otras variables que siguen arrojando
un panorama desolador. Solo 130 de las víctimas mortales de la
violencia de género había denunciado a su agresor. Ese porcentaje,
además, ha ido disminuyendo con los años —en 2013, ocho de las
45 asesinadas habían acudido a las autoridades—, un dato que
puede indicar, según los expertos, que no eran conscientes del
riego que corrían, pero también de que la denuncia es eficaz.
Lucila
Agredano y Félix López han ayudado a muchas familias en la
situación de la de Mercedes. Son los padres de Rocío López
Agredano, asesinada por su marido en 2008, a los 25 años. Ahora,
apoyan a maltratadas y a su entorno a través de la .asociación
Afavir
Echan de menos más apoyo para las víctimas, y reclaman una
asignatura sobre igualdad y convivencia en las escuelas. “Es la
única vía para involucrar a la sociedad en el problema y lograr que
abra los ojos a la realidad del maltrato”, apunta Lucila. Cuenta
que incluso cuando la violencia machista es visible, para las
familias no es fácil actuar. “Hay padres que nos han traído a sus
hijas casi a rastras para que hablaran con nosotros. Muchas llevan
años sufriendo maltrato y tienen pánico. El agresor las ha
amenazado con echarlas de casa, quitarles a sus hijos o con hacer
daño a su familia; eso va calando”, recalca Félix.
Miguel
Lorente, forense experto en violencia de género, también habla de
esa dificultad de las familias para dar el paso o para seguir
adelante con la denuncia. “Algunas víctimas niegan lo que ocurre y
recriminan a su familia que adopten medidas”, explica. Y a veces,
el entorno, por miedo a que su madre, su hija, su hermana, su mejor
amiga... se alejen más, deciden no denunciar. Esa es la historia de
Luisi y Carmen y de tantas otras familias. Ahora las dos hermanas, de
51 y 49 años, viven juntas. Carmen se ha separado de su agresor.
Cuenta que, al principio, llegó a odiar a Luisi por denunciarle.
Meses después, fue ella misma la que denunció.
Este
caso trata de que una mujer era maltratada por su marido y no se
atrevía a denunciar.
Un
día llego a casa de su hermana tras una pelea con su marido la mujer
no se podía ni sostener de pie. La hermana se decidió fue a
denunciar y tras esa denuncia la mujer y su hermana viven juntas y el
marido está en la cárcel.